
Luis Montero es uno de los pintores académicos más influyentes del siglo XIX, conocido autor de Los funerales de Atahualpa, una pintura de historia de gran formato que tuvo gran repercusión en América Latina. Fue uno de los primeros artistas peruanos que se benefició de una beca estatal para estudiar en Europa y una figura clave en la modernización del campo artístico en el Perú.
Montero nació el 7 de octubre de 1826 en Piura. Fué hijo de Francisco Montero y María Mónica Cáceres, quienes lo bautizaron como Luis Francisco Montero Cáceres. Su interés por el arte empezó a muy temprana edad; se dice que a los once años recibió sus primeras lecciones de dibujo con el convicto Roberto Tiller Jr., un falsificador de monedas que cumplía condena en la cárcel de Piura. En 1847, viaja a Lima a iniciar estudios formales en la Academia de Dibujo, institución que en ese momento era dirigida por el pintor Ignacio Merino, recién llegado de Europa. Ese mismo año sería acreedor de una beca otorgada por el gobierno de Ramón Castilla para continuar sus estudios en Italia. Así, se convirtió en uno de los primeros artistas peruanos en recibir apoyo oficial para continuar estudios en el extranjero. Al llegar a Florencia en 1848, lleva lecciones particulares de pintura con Benedetto Servolini, profesor de la Academia de Bellas Artes antes de iniciar clases formales en dicha institución. Se inscribe en las clases de dibujo y más adelante, sería instruido también de manera independiente por Giuseppe Bezzuoli, director de la Academia por esos años. Se destaca de este período su pintura La Magdalena, lienzo que enviaría como agradecimiento al presidente Castilla en 1849, junto con una prórroga de su pensión de estudios. En 1851, el gobierno peruano decide no renovar la subvención económica, obligando al artista a regresar al Perú.
A su regreso, Montero sería nombrado Director de la Academia de Dibujo, sucediendo a Francisco Laso, quien volvía a partir a Europa. Exhibe entonces en Lima, con gran éxito, su obra El Perú libre, una representación alegórica que había pintado en Florencia. Dedicado sobre todo a la pintura de retratos, a fines de diciembre de 1852, parte nuevamente a Florencia gracias a la renovación de su beca por parte del gobierno de José Rufino Echenique. Sin embargo, la inestabilidad política en la que se encontraba el país y el derrocamiento del presidente Echenique resultó en la revocación del subsidio apenas dos años después. Sin apoyo económico del estado, Montero resuelve regresar a territorio peruano.
En su camino a Perú, hace parada en Cádiz, España, en donde se le encarga el retrato del hijo del ex virrey Joaquín de la Pezuela, Juan Gonzáles de la Pezuela y Cevallos, gobernador de Cuba entre 1853 y 1854. Se presume que por recomendación del mismo, Montero tomó la decisión de partir a Cuba en 1856. Se estableció en La Habana y en noviembre de ese año fue designado miembro facultativo del Liceo Artístico y Literario de La Habana por propuesta de Camilo Cuyás, entonces presidente de la sección de Bellas Artes. En este cargo propone a la institución la formación de una sociedad ‘Protectora de las Bellas Artes’, que cree las condiciones para el estímulo y fomento de las actividades artísticas. Se le habría llegado a ofrecer la dirección de la Academia de San Alejandro de la Habana, propuesta que Montero rechazaría. En Cuba encontraría mercado para su obra. Se sabe que vendió al Conde de Fernandina, José María de Herrera y Herrera su Limeña en la hamaca (hoy Museo de Bellas Artes de Cuba), lienzo que había traído desde Florencia, y recibiría el encargo para pintar una virgen –La ninfa de Almenares– para el Colegio Sagrado Corazón. En esta etapa, conoció a Juana López, con quien contrajo matrimonio en octubre de 1857.
Tras permanecer tres años en Cuba, regresó al Perú en 1859. Abrió un taller en el Colegio de las señoras Beausejour, ubicado en la calle de Minería. Sin éxito, presentó en octubre de ese mismo año una petición al gobierno para recibir una nueva pensión que le permitiera concluir sus estudios en Europa, asumiendo el compromiso de enviar cuadros periódicamente para contribuir a la creación de una galería de pinturas en el Perú. Al año siguiente, decide participar con diecinueve obras en la primera exposición de arte en Lima, organizada por el pintor Leonardo Barbieri y presentado en el antiguo convento jesuita de San Pedro.
Regresó a Florencia por tercera vez en 1861, ahora financiado por Mariano Miguel de Ugarte, quien había prometido al artista un subsidio mensual. El ofrecimiento no llegaría a concretarse por la quiebra de su mecenas, por lo que se ve obligado a realizar encargos para subsistir. En este periodo empezó a trabajar en la que sería su obra maestra, Los funerales de Atahualpa, una gran pintura que le tomaría más de cinco años terminar. El óleo fue expuesto en su taller de Florencia el 22 de abril de 1867 y captó rápidamente la atención de la prensa italiana. Poco tiempo después, el pintor emprendió un viaje a América del Sur, presentando su cuadro en Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires, ciudades en que el cuadro recibiría elogios y extensos comentarios críticos. Esa gira convirtió al cuadro de Montero en una de las pinturas que mayor influencia ejerció en América del Sur en el último tercio del siglo XIX.
La gira concluyó con la presentación del enorme lienzo en la Escuela Normal de Lima entre septiembre y octubre de 1868. Se dice que en ese tiempo unas 35,000 personas habrían visitado la exposición. Montero obsequió el cuadro al Congreso de República, que retribuyó al pintor con una medalla y un premio de 20,000 soles. El reconocimiento alcanzado por Montero le valió ser nombrado miembro honorario de la Sociedad de Artesanos de Lima y le abrió la posibilidad de nuevos proyectos. El pintor, quien ya había decidido partir nuevamente a Europa, se instala en el Callao en 1869 con el objetivo de tomar apuntes en el puerto de la ciudad para dos proyectos: un gran cuadro dedicado a La rendición de Rodil, que recordaría el fin del dominio español, y una escena del Combate de Angamos, que afianzó la independencia del Perú. Ninguna de estas telas alcanzaría a concluirse, pues el pintor cayó enfermo a consecuencia de la epidemia de la fiebre amarilla que entonces asolaba Lima. Enterado de la enfermedad del pintor, el general Juan D. Buendía se dirigió personalmente al Callao para hacer efectiva la entrega de la medalla que el congreso había decidido otorgarle en reconocimiento a su trayectoria artística. Días después, Luis Montero falleció, el 23 de marzo a las siete de la noche, en el Hotel de la Unión en el Callao.
Los funerales de Atahualpa fue expuesto en la exposición inaugural del Palacio de la Exposición de Lima en 1872, donde permaneció hasta la ocupación de Lima durante la Guerra del Pacífico, cuando las tropas chilenas llevaron el cuadro a Santiago en 1881 para exhibirlo en el nuevo Museo Nacional de Chile. El cuadro regresaría al Perú en 1885 gracias a las gestiones realizadas por Ricardo Palma para la recuperación de los bienes expropiados durante la guerra. Desde entonces cuelga en el Palacio de la Exposición, hoy sede del Museo de Arte de Lima.
Seguir leyendo

Título: Luis Montero. Artista peruano autor de "Los funerales de Atahualpa"
Autor: Rafael Ortega
Créditos: Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.










Callao
1869 - 1870

Lima
ca. 1910


Cajamarca
Primeras décadas del siglo XX



