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Cristo de la caída
Carlos Baca-Flor
Arequipa, Perú, 11 de junio 1867 - Neuilly-sur-Seine, Francia, 20 de febrero 1941.
Por Luis Eduardo Wuffarden

Carlos Baca-Flor es un artista representativo de la segunda generación de académicos peruanos, cuya carrera artística se desarrolló casi íntegramente en el exterior. Tras formarse como pintor en Santiago de Chile, tuvo una breve pero productiva estancia en Lima (1887-1890), en la que obtuvo la protección del presidente Andrés A. Cáceres. Becado por el Congreso peruano, viajó a Europa para seguir estudios de perfeccionamiento en academias de Roma y París. Su obra juvenil alterna la rigurosa observación del natural con temas de género y de historia. Hacia 1900, después de culminar su exigente entrenamiento europeo, se vería fugazmente influido por el modernismo de fin de siglo. Sin embargo, poco después se convirtió en retratista favorito de la élite financiera norteamericana y la aristocracia europea.  Durante sus años de madurez, la obra de Baca-Flor se caracteriza por un verismo de apariencia fotográfica unido a una manera pictórica inspirada por los grandes maestros del pasado. Aunque fue ampliamente celebrado por los círculos conservadores internacionales, se mantuvo ajeno a los movimientos de vanguardia que iban transformando el arte occidental de su tiempo.

Nacido en el puerto de Islay (Arequipa) el 11 de junio de 1869, el artista era hijo del ciudadano boliviano Carlos Baca-Flor y de la peruana Julia Falcón, natural de Huánuco. Su padre fue secretario de Mariano Belzú, presidente de Bolivia, y al ser derrocado este la familia se estableció en Chile. A partir de 1882, Baca-Flor inició su formación en la Academia de Bellas Artes de Santiago, donde fue alumno de Giovanni Mochi, Cosme San Martín y Nicanor Plaza. De aquel periodo datan sus primeros estudios del natural, entre los que destacan los tipos populares o “rotos” chilenos, así como sus vistas del viejo Santiago. Sin embargo, su obra más ambiciosa de entonces fue La vocación natural, composición en clave autobiográfica que simboliza las penurias del talento pictórico juvenil en un medio adverso.     

En 1886, Baca-Flor culminaba sus estudios con calificaciones sobresalientes, por lo que se hizo acreedor a una beca de perfeccionamiento en Roma. Se afirma que el joven pintor declinó aceptar ese premio, por negarse a adoptar la nacionalidad chilena en medio del tenso clima que siguió a la Guerra del Pacífico.  Enterado de esta circunstancia, Carlos M. Elías, ministro del Perú en Chile, comunicó a su gobierno “el digno comportamiento del señor Baca-Flor y su conducta patriótica”. Se trasladaron entonces ambos a Lima, convocados por el gobierno de Andrés A. Cáceres, para recibir protección del estado peruano en compensación por ese gesto. 

Durante su estancia en la capital peruana, entre 1887 y 1890, el joven artista pintó tipos y paisajes, además de retratos de personajes locales, incluyendo varios miembros de la familia Cáceres. Por entonces el director de la Biblioteca Nacional, Ricardo Palma, le cedió un espacio en ese local para que instalara su taller y al mismo tiempo impartiera clases de dibujo y pintura. La presencia de obras de Ignacio Merino en la galería municipal de pintura que se exhibía allí despertó la admiración del artista, quien copió con gran habilidad varios lienzos del afamado maestro piurano, como El fraile pintor y sus críticos.   

En 1889, el Congreso del Perú le concedió un pensionado en Italia y al año siguiente se embarcaba hacia Europa. Tras ingresar al Real Instituto de Bellas Artes de Roma, con el primer puesto, donde siguió cursos de anatomía y perspectiva. Pese a la suspensión de su beca, proseguirá los estudios en el instituto romano hasta 1893, cuando decide trasladarse a París, para culminar su formación en la Academia Julian, con el profesor Jean Paul Laurens. Sus cabezas de ancianos, realizadas en la capital italiana, le valieron el ingreso inmediato. Influido por Laurens, un celebrado académico de temática orientalista, en 1897 prepara los bocetos y modelos escultóricos para pintar El rescate de Atahualpa, ambiciosa composición histórica que nunca llegaría a concluir. 

Hacia 1900 ejecuta la serie de “París nocturno”, durante los paseos que emprende por bares y teatros de la ciudad junto con su amigo el pintor catalán Hermen Anglada Camarasa. Influido por este, asumiría un estilo posimpresionista, emparentado con los nabis, bastante audaz para el contexto en el que se había formado. Con esa misma soltura de pincelada y densidad en los empastes -mediante las cuales enfatiza los efectos de la luz artificial- retratará en 1901 al escultor Jean Boucher, amigo cercano y compañero de estudios. Cuatro años después preparaba un modelo de monumento al Libertador San Martín que enviaría a un concurso internacional convocado al efecto por el gobierno peruano. Si bien el proyecto de Baca-Flor quedó entre los finalistas, no obtuvo el premio, lo que provocó fricciones entre el artista y el gobierno de entonces, presidido por José Pardo y Barreda. Ello marcaría un punto de quiebre con relación al patrocinio oficial. 

Sus primeras obras enviadas al Salón de Artistas Franceses, en 1907 y 1908, eran retratos aristocráticos que le procuran la admiración de una clientela exclusiva. Fue así como el banquero norteamericano John P. Morgan se interesó por su obra y le pidió que forjara su imagen oficial como magnate empresarial. Para ello Baca-Flor se trasladó a Nueva York, donde obtuvo un inusitado éxito comercial entre los personajes de la banca, la política, el alto clero y la gran empresa. En ese tipo de obras alcanza un estilo de madurez que combina efectos propios de pictorialismo fotográfico con una pincelada sombría, inspirada por los maestros clásicos. De hecho, Baca-Flor se basó en unas tomas fotográficas realizadas por Edward Stieglitz para plasmar la efigie del banquero, apelando al mismo tiempo a recursos pictóricos derivados de la “gran tradición” europea. Prueba de su éxito es que realizó no menos de siete réplicas o variantes del retrato de Morgan.  A partir de entonces recibió importantes encargos dentro de este género, que van desde la efigie oficial de los cardenales Giovanni Bonzano y Pacelli hasta personajes como la millonaria norteamericana Florence Baker. 

. En febrero de 1929 el gobierno francés le otorgaba la Legión de Honor, en grado de caballero, por su larga trayectoria académica en Paris. Simultáneamente, Baca-Flor retomaba el interés por el paisaje y por la pintura al aire libre, influido por su colega francés Víctor Charreton. Viajó por entonces a Auvernia para plasmar vistas del campo, con una paleta luminosa y una pincelada densa, lejanamente derivadas del posimpresionismo. Hacia 1932- 1933 realizó otro conjunto similar de paisajes del Central Park de Nueva York, todos captados del natural. Entre tanto, la caída de la bolsa de Nueva York y el reingreso de Baca-Flor a la vida artística francesa lo obligaron a trasladarse constantemente entre sus talleres de ambos lados del Atlántico. Su muerte se produjo en febrero de 1941, durante la ocupación alemana de Francia. Baca-Flor guardaba en su casa- taller de Neully-sur-Seine gran parte de su producción. Ese importante conjunto de piezas fue adquirido a sus herederas en 1955 como aporte del estado peruano a la conformación del Patronato de las Artes de Lima y sería uno de los fondos fundamentales de la colección permanente del Museo de Arte de Lima, que abrió sus puertas al público en 1961.


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Título: Autorretrato

Autor: Carlos Baca-Flor

Créditos: Museo de Arte de Lima. Fondo de Adquisiciones 1955

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