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Cristo de la caída
José Gil de Castro
Lima, Perú, 1785 - Lima, Perú, 1837.
Por Natalia Majluf
José Gil de Castro Morales, conocido como el “pintor de los libertadores”, fue un artista afrodescendiente formado en Lima y activo también en Santiago de Chile, sin duda el retratista latinoamericano más importante de su tiempo. Fue el pintor de elección de los líderes políticos y militares de la independencia sudamericana como Simón Bolívar, José de San Martín y Bernardo O’Higgins, entre muchos otros, así como autor del emblemático retrato de José Olaya, uno de los pocos lienzos de un personaje indígena del período de la Independencia. Nacido en Lima en setiembre de 1785, fue hijo de Francisco Carvajal Castro y de María Leocadia Morales, esclavos libres de Trujillo, quienes se habían establecido en Lima. Su hermano mayor, Juan José, había nacido esclavo en 1776, en un momento en que su madre no había alcanzado aún su libertad, y se casaría también con una mujer esclava en 1799. Las aspiraciones sociales de Gil de Castro, reveladas en las firmas narrativas que dejó en sus obras, así como la elección de su profesión, señalan un esfuerzo constante por trascender las limitaciones asociadas a sus orígenes familiares (Majluf 2014, 2-19). Su biografía se puede rastrear a través de la evidencia que ofrecen sus pinturas, dado que se han conservado pocas referencias documentales. Es así que se sabe poco de su formación, aunque la afinidad estilística de su trabajo con el del pintor limeño Pedro Díaz (activo en Lima, 1770-1815), sugiere que pudo iniciarse como asistente en su taller, siguiendo la tradición colonial de aprendizaje (Wuffarden en Majluf 2012). Para 1807 ya trabajaba de forma independiente. En diciembre de ese año, recibió un pago por dieciséis pinturas de los Milagros de la Virgen de Chiquinquirá para la iglesia dominica de María Magdalena de Lima, una de las comisiones más importantes del período, en que participaron también otros artistas de la generación anterior como Julián Jayo. Estas obras tempranas, posiblemente perdidas en un incendio, no se han conservado, por lo que la única pieza de este período que conocemos es un San Mateo, firmado y fechado en 1811 (mejor conocido como Asceta, Museo Histórico Nacional, Buenos Aires; véase Roberto Amigo en Majluf 2012). No existe más rastro del pintor entre 1808 y 1813, cuando se estableció en Santiago de Chile. Es posible que haya viajado primero a Trujillo, ciudad en que sus padres habían nacido, pues más tarde dijo haber tenido la posición de capitán de milicias disciplinadas de Trujillo, asociado al cuerpo de ingenieros. Esta supuesta participación en las milicias, no permitiría, sin embargo, sustentar la versión de que habría llegado a Santiago acompañando una las expediciones que el virrey Abascal envió para frenar el avance de los patriotas que luchaban por la independencia de Chile. Parece más probable que su traslado haya respondido a la búsqueda de nuevos mercados, dado que existe evidencia de una intensa circulación de artesanos entre Chile y Perú en este período. Su hermano Juan José Castro también se estableció en Santiago, a donde incluso se casaría en 1822. El propio Gil de Castro había contraído matrimonio algunos años antes en la misma ciudad. El 8 de junio de 1817 se casó con María Concepción Martínez Pozo, una chilena aparentemente de ascendencia española. No se conocen hijos de este matrimonio. El pintor pronto se hizo un lugar importante en Chile, un país que no había tenido hasta entonces una tradición pictórica significativa, y que había dependido de la importación de obras de talleres de Cuzco, Lima y Quito. El gran número de retratos y pinturas religiosas realizadas en sus primeros años en Santiago revela la existencia de una gran demanda, que Gil de Castro pudo satisfacer. Si bien produjo pinturas de asuntos religiosos, muchas para la orden franciscana, su éxito comercial dependió sobre todo de la producción de retratos. La victoria española en Rancagua abrió el período conocido como la Reconquista (1814-1817), que trajo de vuelta al poder a los realistas y forzó el retroceso de las tropas de la Independencia. Las pinturas de Gil de Castro reflejan el espíritu de esa época. En los siguientes años, produjo una serie de retratos de estado del rey Fernando VII, que sirvieron para promover la causa de los realistas (Museo de la Nación, Lima), además de varios impresionantes retratos de cuerpo entero, como los del coronel Judas Tadeo de los Reyes y Borda y de Vicente García Huidobro y Morandé, Marqués de Casa Real (Museo Histórico Nacional, Santiago), que evocan el espíritu aristocrático de la fórmula limeña del gran retrato de aparato que Gil de Castro introdujo a Chile. El período de la Reconquista concluye con la victoria de José de San Martín en Chacabuco el 12 de febrero de 1817, batalla que sella la independencia de Chile. Algunos meses después, Gil de Castro pintaría sus primeros retratos de San Martín, que conforman por largo tiempo la imagen oficial del héroe. Tal como había hecho con los retratos reales, Gil de Castro produjo esas imágenes en serie, pues se conocen hasta seis versiones de la misma composición. Existen indicios de que Gil de Castro se ganó el favor del general San Martín. En agosto de 1817 fue nombrado suboficial de la tercera compañía del Batallón Infantes de la Patria, un cuerpo formado por afrodescendientes y mestizos. Para diciembre, había sido ya ascendido, por recomendación del Director Supremo Bernardo O’Higgins, a capitán de fusileros del mismo batallón. Estos nombramientos debieron ser honorarios, dado que Gil de Castro permaneció en Santiago mientras el batallón se dirigía al sur para continuar luchando contra las fuerzas realistas. De hecho, en los años siguientes retratará a la plana de oficiales de San Martín, incluyendo a figuras notables como Tomás y Rufino Guido, Nicolás Rodríguez Peña, Hipólito Bouchard, Guillermo Miller, e Hilarión de la Quintana, entre muchos otros (Museo Histórico Nacional, Buenos Aires). En 1820 pintó el primer retrato de Bernardo O’Higgins como Supremo Director de Chile, y poco después le habría sido conferida la Legión de Mérito, el más alto honor de Chile republicano. Siguiendo los pasos de la Expedición Libertadora al Perú liderada por San Martín, que partió de Chile en 1820, Gil de Castro regresó a Lima en algún momento antes de julio de 1822, cuando firma el retrato de la marquesa de Torre Tagle. Un año más tarde pinta el de su esposo, José Bernardo de Tagle vestido en gran uniforme, como segundo presidente del Perú, un lienzo que puede ser considerado como el primer retrato de Estado del Perú republicano. (Museo Histórico Nacional, Buenos Aires). El pintor estaba en Lima en setiembre de 1823, cuando el héroe venezolano Simón Bolívar hizo su entrada a la capital peruana. A Gil de Castro le tocó entonces cubrir la demanda de retratos de busto del Libertador, que realizó sobre la base de modelos pictóricos precedentes de la Gran Colombia, y que aparentemente produjo también en serie (véanse, entre otros, los lienzos conservados en la Fundación Boulton, Caracas, el Museo de Arte de Lima y el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires). Es posible que el pintor haya huido a Santiago en febrero de 1824, cuando las fuerzas realistas tomaron la capital peruana. No tenemos noticias documentadas de su paradero hasta junio de 1825, cuando regresa a Lima después de que se sellara la Independencia del Perú en las batallas de Junín y Ayacucho. Recibió entonces un pago para producir treinta y cinco acuarelas de modelos de uniformes para el ejército y emprendió la ejecución de los dos grandes retratos de cuerpo entero de Simón Bolívar, que permanecerán como la imagen oficial del Libertador y que quedan como el encargo más importante que recibió como retratista. La composición circuló ampliamente a través de un grabado en mezzotinta producido en Londres por Charles Turner en 1827. Esos retratos son hoy figuras de culto en Bolivia, Perú y Venezuela, entre otras naciones que cuentan a Bolívar entre sus figuras fundadoras. El elogio que Bolívar hizo de la fidelidad de los retratos que le hizo Gil de Castro sin duda contribuyó a afirmar el lugar del pintor como el retratista más importante de su tiempo. El pintor era consciente de su trascendencia histórica y de su papel en las grandes transformaciones políticas de la época. En la década de 1820, a través de sus firmas, había enfatizado su condición de “ciudadano”, había evocado sus títulos profesionales y militares—reales o inventados—, y había reclamado para sí la designación de “pintor de cámara.” Para la década de 1830, en un tono más retrospectivo, firmaría como “Primer retratista de la República.” Gil de Castro mantendría su posición por largo tiempo como el artista de elección de la sociedad limeña y figuraría consistentemente entre los pintores con mayores ingresos en los registros de patentes de la capital. En 1828 pintó lo que se considera su obra emblemática, el retrato de cuerpo entero del héroe indígena José Olaya, quien había fallecido cinco años antes como mártir de la causa patriota. Pintaría luego los retratos de los presidentes Felipe Santiago Salaverry y Luis José de Orbegoso, rivales por la presidencia del Perú entre 1835 y 1836. Había ya enviudado cuando fallece en Lima en noviembre de 1837, aparentemente como consecuencia de una apoplejía. Una hija, Toribia, había nacido fuera de matrimonio solo pocos meses antes de su muerte. Gil de Castro no dejó discípulos conocidos, por lo que su muerte marca el fin de un período que vio la gradual desaparición de los viejos talleres coloniales y la transformación de la práctica de la pintura con la apertura a nuevos modelos internacionales. Estos mismos cambios determinarían la recepción de su obra hasta bien entrado el siglo XX. Aunque se reconoció el valor histórico de sus pinturas, su mérito estético sería cuestionado bajo los preceptos de un nuevo ideal académico. Es así que la mayor parte de las pinturas de Gil de Castro no se encuentran en colecciones de arte sino en museos de historia. El reconocimiento a su obra ha sido también muy variable. Mientras que en Argentina, Bolivia y Venezuela su nombre es menos conocido que las imágenes de los héroes que retrató, en Chile y en Perú es considerado una figura fundacional de las tradiciones artísticas nacionales. A pesar de la cambiante recepción estética de su trabajo, existe un consenso general sobre su importancia para la cultura visual de su época. Gil de Castro de hecho forjó, prácticamente solo, las imágenes de los principales líderes de las independencias sudamericanas.

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Sellos y firmas:
José Gil de Castro (Virgen del Carmen con el Niño, 1814, colección particular, Santiago).
Josephus Gil (José Raymundo Nepomuceno de Figueroa y Araoz, 1816, colección particular, Santiago).
En Lima, por Gil (Simón Bolívar, Palacio Federal Legislativo, Caracas).
Retratista de cámara José Gil, natural del Perú (Manuel Larenas, 1829, Museo Histórico Nacional, Santiago).
José Gil, Primer Retratista de Cámara y Cap.n del Cuerpo de Yngenieros de la República de Chile (Cosme Pacheco, 1831, colección particular, Lima).
J. G. (José de la Cruz Palma, 1837, colección particular, Lima).
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Título: Mariano Alejo Álvarez y su hijo

Autor: José Gil de Castro

Créditos: Museo de Arte de Lima. Fondo de Adquisiciones 1996 con aportes de Galería Enrique Camino Brent, FALCÓN S.A., INEXCO, IGETEX S.A., Luis Paredes Stagnaro, Fortunato Quesada Lagarrigue, Cristina Seminario de Quesada y Jaime Valentín Coquis

Título: Simón Bolivar

Autor: José Gil de Castro

Créditos: Museo de Arte de Lima. Fondo de Adquisiciones 2006. Restaurado con el patrocinio de Amigo del Museo

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