Esta costumbre de trazar líneas en la tierra surgió en la época Paracas, a fines del Horizonte Temprano (800-200 a. C.). La población de la cuenca del río Grande de Nazca elaboró grandes figuras en las laderas de los cerros para representar a los personajes de su mitología, como el Ser Oculado, que ya aparecían en su cerámica y textilería.

Los geoglifos Paracas fueron figurativos y se ubicaron en los cerros con el objetivo de ser vistos fácilmente a grandes distancias. Esta transformación del paisaje tuvo como objetivo la realización de actividades colectivas de romper vasijas en el desierto. Al final de este periodo aparecieron los geoglifos lineales, posiblemente relacionados con los caminos entre valle y valle.

Durante la ocupación más antigua Nasca, Nasca Temprano (50-300 d. C.), los geoglifos más destacados fueron aquellos de naturaleza figurativa como el mono, el colibrí, la araña, entre otros, que fueron también representados en la cerámica y textiles de la época. Los Nasca continuaron con la costumbre de romper vasijas en estos geoglifos a modo de ofrenda a sus dioses.

Los geoglifos fueron siempre elaborados en terrenos planos, razón por la cual era difícil apreciarlos a simple vista. Para su manufactura se recurrió a una técnica sencilla: se retiraron las piedras oxidadas de la superficie del desierto, dejando al descubierto la tierra más clara. Este contraste permitió el “dibujado” de las líneas, las cuales no fueron afectadas gracias a la ausencia de lluvias en la región.

Los geoglifos figurativos cayeron prácticamente en desuso luego del colapso de Cahuachi, durante la fase Nasca Medio (300-450 d. C.), y las actividades en el desierto se concentraron en las líneas rectas y trapecios. Los geoglifos fueron cada vez más grandes y empezaron a cruzarse con aquellos más antiguos, otorgando un panorama visualmente complejo que se aprecia en la actualidad. Como parte de las actividades rituales, en los geoglifos se incluyeron ofrendas de cerámica, concha Spondylus, mazorcas de maíz y cangrejos, que fueron dejados en pequeñas plataformas ubicadas cerca de los trapecios.

Hacia el final del periodo Nasca Tardío (450-600 d. C.), las actividades relacionadas a los geoglifos disminuyeron considerablemente, coincidiendo con un clima cada vez más seco en la región. Durante el periodo Intermedio Tardío (1000-1470 d. C.) los rituales se retomaron, utilizando las líneas como caminos intervalle. Sin embargo, este sería el último periodo de uso de los geoglifos.